Los pájaros, seres independientes, que únicamente necesitan volar y cazar para poder sobrevivir. Animales poseedores de unas peculiares características que han permanecido intactas a lo largo del tiempo y que se mantendrán sin ningún rasguño por muchos siglos más.
Son seres puros, alados, libres para surcar cada cielo que se ponga en su camino. Sin ninguna preocupación en sus diminutas mentes, sólo la de llegar a los sus nidos donde yacen sus pequeñas crías para alimentar sus bocas y dotar de alimentos sus cuerpecitos.
Nunca olvidan lo que dejaron atrás, siempre vuelven al mismo lugar de partida, hasta que en ese lugar ya no queda nadie, ya que las crías han volado como ellos y han decidido marchar del refugio.
Ellos son lo más parecido a los ángeles que tenemos en este mundo
Una sabia especie que se une cuando a lo lejos se divisan grandes dificultades. Batiendo las alas de arriba a abajo disipan las tormentas que pueden estar acechando el cielo. Con sus sentidos al máximo tienen el poder de huir de los temporales más feroces y huir lejos del frío, allí donde nadie pueda encontrarlos.
Pueden permitirse ver mundo, viajar a través de los mares surcando océanos, divisar cualquier terreno, cualquier ciudad, visitar todos los secretos del mundo sin ser descubiertos.
Al igual que poseen el don de la orientación, el cual les permite regresar a sus hogares sin necesidad de perder el rumbo. Los pájaros siempre vuelven de donde marcharon, son sólo siluetas en el aire esbozando imágenes de libertad.
Nosotros siempre nos quedamos perplejos cuando una bandada de estos animales intenta cruzar los cielos. Van tan juntos, apelmazados, acompañados los unos de los otros, que nos da bastante envidía lo que observamos con tanto detenimiento. Se forma una imagen homogénea en nuestras pupilas, como si de un sólo animal se tratase. No se nos va el pensamiento de:“Ojala fuesemos como ellos, tan libres, tan juntos, tan inseparables”
Pero como todo en este mundo tiene un precio. Vuelan siendo concientes de las consecuencias traspasan tierras a merced de las agresivas aves cazadoras, las cuales dispuestas a devorarlos en cualquier momento. Se encuentran constantemente afectados por el tiempo de cada zona, por eso tienen que moverse de un lugar a otro. Saben interiormente que ser libres es imposible, que el acto de volar conlleva un sacrificio, y ese es la inestabiliad.
La incertidumbre de no saber que vas a encontrarte mañana, que especie te puede arrancar la cabeza y deborarte, o que placeres te depararía el día si siguieras con los que te acompañaron en tan largo viaje.
La marcha se convierte en una huida, la libertad que creían poseer se convierte en una cárcel, y aunque ellos no lo conciban, sin darse cuenta, están volando en círculos.
¿Os recuerda a algo lo que acabo de escribir?
Bingo para el avispado de la clase que lo haya deducido, el tímido se queda con la línea.
Pero hay una cosa enrevesada en todo esto que me hace reflexionar mucho sobre lo que anoté anteriormente , tengo una pequeña espinita inexplicable incrustada en la mente, la cual no me logro sacar. Ese minúsculo detalle me ronda por la cabeza desde el comienzo del post: “Estando tan expuestos al sufrimiento en sus cortas vidas, después de padecer y aguantar el aislamiento que supone para ellos desplazarse y abandonar tan continuamente sus hogares (ya anteriormente asentados), ¿cómo cojones siguen piando, cantando y disfrutando de su existencia?"
Y para esta pregunta la servidora se queda sin opciones, me quito el sombrero y me rindo ante la enigmática contestación que me queda en el tintero: ¿son felices?