Hace unos cuantos día comencé a leer un libro titulado "El arte de la vida" escrito por el sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman. Este sociólogo polaco es uno de los mejores pensadores europeo de la actualidad. Ejerce la docencia en la Universidad de Leeds y ha trabajado en el tratamiento del enfrentamiento entre postmodernidad y modernidad, la globalización, o el movimiento sindicalista obrero.
Cuando comencé a leer el libro, me percaté de que muchas de sus palabras palabras recalcaban verdades continuamente. Los párrafos estaban recubiertos con sábanas de sentimientos defensores plagados de reflexión social. Cada vez que pasaba una página sabía que estaba dejando un trozo de comprensión por el camino. Leía a una mente deliciosa, diferente, con ápices de esperanza.
Ya lo finalicé, y aunque sepa que todavía queda pendiente entre él y yo una doble lectura, comenzaré a buscar por las bibliotecas de mi ciudad uno de sus mejores libros:
"La sociedad líquida"
Y la lectura de su argumento me convence todavía más..
"Ya son tres las generaciones formadas y educadas en los valores del consumo, la producción y la cultura de masas. La potencia de este modelo de sociedad, su apabullante superioridad con respecto a modelos alternativos por lo que toca a prometer felicidad y satisfacer a corto o mediano plazo esa promesa, se prueba en la eficacia de sus consignas, inmunes a toda crítica y a todos los pronósticos, por agoreros que sean. Ni la amenaza del cambio climático ni el agotamiento de los recursos naturales o las inquietantes cifras demográficas, la contaminación o las plagas o las diferencias sociales –que siguen ahí– consiguen frenar la fascinación que ejerce el consumo sobre los individuos. Para quien sufre la penuria de la escasez o la opresión, nada como ese manantial inagotable de bienes que se renuevan y se perfeccionan sin parar y se gozan y disipan en un marco de individualismo y autonomía radicales, con libertad y secularización completas, hedonismo, nomadismo sin penurias, multiculturalismo y transparencia de los flujos de información, y la perspectiva de movilidad social y enriquecimiento asegurados para quien esté dispuesto a sacrificarse trabajando duro. Así lo recordaba un exultante Schwartzenegger en el festejo de su segundo éxito electoral consecutivo en California. Schwartzenegger es la prueba fehaciente de que la sociedad de consumo no es ninguna panacea: oscuro halterófilo atiborrado de anabolizantes que acaba emparentado con los Kennedy y gobernador del estado más rico de los EE.UU"