Los crímenes de Oxford está basada en la novela de Guillermo Martínez, la cual narra la historia de Martin, un estudiante procedente de América que llega a la Universidad de Oxford para que el conocido profesor Arthur Seldom atienda a todas las dudas que le pueda causar su tesis. Los dos personajes se encuentran en una conferencia del profesor, donde la intervención de Martin en el acto deja perplejo al matemático, después, por puro accidente, los dos hayan el cadáver de la anciana que cuidaba la casa donde Martin se hospedaba, ya enferma de cáncer. Más adelante se van sucediendo una serie de crímenes en cadena, seguidas de unas pistas por medio de símbolos que deja el asesino para que puedan adivinar el acertijo. Alumno y profesor se sumergen en una trama llena de misterio, donde los celos, el amor y la venganza se unen para formar una película de más de dos horas que engancha al espectador.
Me la vi esta mañana, aproximadamente sobre las 10 y lo último que llegó a producirme fue aburrimiento.
La gran cuestión que deambula en el ambiente de toda la película es la pregunta de la “verdad absoluta”, a la cual en pocas ocasiones se ha podido dar una respuesta total. Defino el término “verdad absoluta” como aquella realidad invariable y real, como el hecho de que no hay ningún círculo cuadrado ni ningún cuadrado con forma de triángulo. Pero aún así, debemos dar las gracias a las “verdades absolutas”, sin ellas el mundo que conocemos sería un completo caos, no existiría el orden racional y la normas para medir lo moralmente correcto serían completamente inútiles. Si no existieran estas verdades todo carecería de significado. Pero siempre existirán en el mundo aquellos que piensen que “el todo es relativo” es posible. Estos son los que sostienen la certeza de que no existe una realidad a la que podemos llamar absoluta y verdadera para el mundo, y de ahí se desencadenaría un problema más grave: la incertidumbre de no saber que existe una autoridad moral superior que nos diga si las acciones que cometemos son buenas y afectan de un modo positivo al ser humano o son malas y por ello afectan de un modo negativo. Yo tomo para ejemplificar lo que digo el ejemplo de la película: “2+2=4” ¿Qué hay más absoluto que esa verdad irrefutable?. Si los números no tuvieran un valor absoluto esa cantidad podría variar hasta alcanzar miles de posibilidades, algo completamente inconcebible.
