El pequeño escrito que voy a presentaros ahora no es mío. Se trata de un breve resumen del día de un hombre cualquiera en período de baja laboral. La información que os he expuesto la he sacado de: “La inteligencia de las emociones” es el nombre de un blog al que sigo y donde lo leí hace apenas unos días. Lo que expresan las palabras del autor me ha parecido mortalmente ingenioso, él ha deseado retratarnos un día sin hacer absolutamente nada en casa y haciéndolo todo a la vez. Durante la primera vez que le eché un vistazo, el texto me llevó a una gran reflexión sobre nuestras formas de vida habituales.
¡Espero que haga el mismo efecto en todos vosotros!
Imaginemos sólo por un momento que estamos de baja por haber contraído una enfermedad y que no podemos acudir al trabajo durante unas semanas. No importa, eso no tiene por qué afectar a nuestra actividad laboral. Nos levantamos de la cama, abrimos la ventana de nuestra habitación, conectamos el portátil y nos duchamos mientras arranca. Tostamos un par de rebanadas de pan de molde, las untamos de mantequilla y las mojamos en nuestro primer café del día mientras observamos lo que ha sucedido “en el mundo”. Eso podemos hacerlo clicando tan solo tres iconos de nuestro escritorio: Outlook, el explorador que usemos habitualmente y TweetDeck.
Nuestro periódico digital nos pone al día de lo que conviene enterarnos a cada poco y podremos actualizar la primera página siempre que nos apetezca. Una vez informados y desayunados, nos ponemos a trabajar.
A través de Outlook vemos nuestra agenda para la jornada y recibimos los correos electrónicos, basurilla incluida.TwettDeck hará el resto. A través de esa aplicación habremos sincronizado nuestras listas de Twitter, de Facebook y de Linkedin y antes de que se haya enfriado el café estamos al tanto de todo lo que nos interesa saber qué ha pasado y no se ha publicado en un periódico.
A continuación, activamos Skype y nos ponemos en contacto con todos aquellos con los que queremos comunicarnos en el mundo. Ojo con los husos horarios, eso sí. Si ya estamos presentables a esa hora, incluso podemos mostrarnos a través de la webcam mientras departimos con ellos.
Los documentos de trabajo están en “la nube” y no ocupan espacio en nuestro disco duro, así que no tenemos que preocuparnos de que la aplicación se quede colgada. De un vistazo a google docs vemos las modificaciones que han realizado nuestros colaboradores respecto a la última versión de los documentos, aprobamos los cambios, hacemos nuevas preguntas, aportamos sugerencias y cuando lo demos por bueno mandamos un correo electrónico a nuestra secretaria para que lo distribuya a sus destinatarios.Spotify puede facilitarnos la banda sonora de la jornada. A eso de media mañana podemos tomarnos un descanso y saborear una nueva taza de café mientras accedemos a TED para ver y escuchar una presentación brillante e incluso subtitulada en español sobre algún tema innovador e interesante y luego podemos distribuir el enlace a nuestra lista de contactos correspondiente o tuitearla al instante.
A eso de las doce, podemos celebrar la reunión con todo nuestro equipo mediante videoconferencia vía internet. Ahí tenemos varias opciones tecnológicas, pero tal vez utilicemos una versión beta de una nueva aplicación corporativa que estemos ensayando. Eso no debe llevarnos más de media hora o cuarenta y cinco minutos a lo sumo si la agenda es demasiado densa. Después podemos dedicarnos un rato a ver qué sucede en Twitter empezando por los mensajes directos que hayamos recibido, las menciones que se haya hecho sobre nosotros o nuestra empresa, los hashtag que hayamos seleccionado ese día, las listas de siguiendo que hayamos definido, etc. En base a esa información podremos acceder a conocimiento distribuido que de otra forma sería complejo siquiera conocer de su existencia y mucho menos saber que está disponible. Otros han hecho su selección y la han puesto a nuestra disposición y lo mismo hacemos cuando cazamos algún tema interesante. Aquí el quid pro quo es imprescindible y el ROI siempre favorable, porque son muchos los que buscan y ofrecen aunque a cambio haya que hacer lo mismo.
El resto de tiempo hasta la hora del almuerzo podemos dedicarlo a lo más importante pero no urgente, quizá la elaboración de un informe, recabar datos para un estudio, preparar un powerpoint para la reunión del jueves a la que te hubiera interesado asistir pero no puede ser, así que tendrás que hacer tu intervención vía Internet, etc.
La hora de la comida es sagrada, así que conviene dejar hibernando el portátil.
Al regreso, vuelta a realizar el barrido de información igual que hiciste por la mañana pero en menos tiempo. Es la hora de escribir los e-mails atrasados, volver sobre nuestros informes a medias, urgir a algún miembro de nuestro equipo de proyecto que va algo retrasado con la fecha de entrega, volver a hacer una ronda de llamadas por Skype y quizá tomar una nueva taza de café o una infusión con un par de galletas.
Hacia las seis de la tarde y cuando la concentración empieza a decaer, es cuestión de ir cerrando algunas ventanas y abrir otras. Ya vale de música, ya hemos hablado lo suficiente por teléfono vía Skype y los googledocs ya no logran mantener nuestra concentración. Ahora es el momento de volver a echar un vistazo a los retweets y pensar un poco en nuestra próxima entrada del blog o contestar los comentarios que nuestros seguidores han dejado en él. Además de visitar los suyos, claro. Eso también lleva su tiempo y no paras de repetirte que más vale calidad que cantidad, pero es un precio que hay que pagar por aprender algo.
Cuando termines la jornada, puedes establecer la agenda para los días siguientes y apagar tu ordenador. Eso sí, aún es posible que recuerdes que se te ha olvidado mandar un último e-mail o anotar algo en tu agenda. Si por casualidad has apagado el portátil habrá que volver a conectarlo porque si no los remordimientos te impiden concentrarte en nada más. Claro que también puedes hacer eso a través de tu teléfono móvil.
Luego, hacer algo de vida familiar, cenar, ver la teleserie de turno y acostarte a una hora razonable. Seguramente habrá sido un día increíblemente rico en productividad y relaciones sociales aunque no hayas visto a nadie en persona.
Nuestro periódico digital nos pone al día de lo que conviene enterarnos a cada poco y podremos actualizar la primera página siempre que nos apetezca. Una vez informados y desayunados, nos ponemos a trabajar.
A través de Outlook vemos nuestra agenda para la jornada y recibimos los correos electrónicos, basurilla incluida.TwettDeck hará el resto. A través de esa aplicación habremos sincronizado nuestras listas de Twitter, de Facebook y de Linkedin y antes de que se haya enfriado el café estamos al tanto de todo lo que nos interesa saber qué ha pasado y no se ha publicado en un periódico.
A continuación, activamos Skype y nos ponemos en contacto con todos aquellos con los que queremos comunicarnos en el mundo. Ojo con los husos horarios, eso sí. Si ya estamos presentables a esa hora, incluso podemos mostrarnos a través de la webcam mientras departimos con ellos.
Los documentos de trabajo están en “la nube” y no ocupan espacio en nuestro disco duro, así que no tenemos que preocuparnos de que la aplicación se quede colgada. De un vistazo a google docs vemos las modificaciones que han realizado nuestros colaboradores respecto a la última versión de los documentos, aprobamos los cambios, hacemos nuevas preguntas, aportamos sugerencias y cuando lo demos por bueno mandamos un correo electrónico a nuestra secretaria para que lo distribuya a sus destinatarios.Spotify puede facilitarnos la banda sonora de la jornada. A eso de media mañana podemos tomarnos un descanso y saborear una nueva taza de café mientras accedemos a TED para ver y escuchar una presentación brillante e incluso subtitulada en español sobre algún tema innovador e interesante y luego podemos distribuir el enlace a nuestra lista de contactos correspondiente o tuitearla al instante.
A eso de las doce, podemos celebrar la reunión con todo nuestro equipo mediante videoconferencia vía internet. Ahí tenemos varias opciones tecnológicas, pero tal vez utilicemos una versión beta de una nueva aplicación corporativa que estemos ensayando. Eso no debe llevarnos más de media hora o cuarenta y cinco minutos a lo sumo si la agenda es demasiado densa. Después podemos dedicarnos un rato a ver qué sucede en Twitter empezando por los mensajes directos que hayamos recibido, las menciones que se haya hecho sobre nosotros o nuestra empresa, los hashtag que hayamos seleccionado ese día, las listas de siguiendo que hayamos definido, etc. En base a esa información podremos acceder a conocimiento distribuido que de otra forma sería complejo siquiera conocer de su existencia y mucho menos saber que está disponible. Otros han hecho su selección y la han puesto a nuestra disposición y lo mismo hacemos cuando cazamos algún tema interesante. Aquí el quid pro quo es imprescindible y el ROI siempre favorable, porque son muchos los que buscan y ofrecen aunque a cambio haya que hacer lo mismo.
El resto de tiempo hasta la hora del almuerzo podemos dedicarlo a lo más importante pero no urgente, quizá la elaboración de un informe, recabar datos para un estudio, preparar un powerpoint para la reunión del jueves a la que te hubiera interesado asistir pero no puede ser, así que tendrás que hacer tu intervención vía Internet, etc.
La hora de la comida es sagrada, así que conviene dejar hibernando el portátil.
Al regreso, vuelta a realizar el barrido de información igual que hiciste por la mañana pero en menos tiempo. Es la hora de escribir los e-mails atrasados, volver sobre nuestros informes a medias, urgir a algún miembro de nuestro equipo de proyecto que va algo retrasado con la fecha de entrega, volver a hacer una ronda de llamadas por Skype y quizá tomar una nueva taza de café o una infusión con un par de galletas.
Hacia las seis de la tarde y cuando la concentración empieza a decaer, es cuestión de ir cerrando algunas ventanas y abrir otras. Ya vale de música, ya hemos hablado lo suficiente por teléfono vía Skype y los googledocs ya no logran mantener nuestra concentración. Ahora es el momento de volver a echar un vistazo a los retweets y pensar un poco en nuestra próxima entrada del blog o contestar los comentarios que nuestros seguidores han dejado en él. Además de visitar los suyos, claro. Eso también lleva su tiempo y no paras de repetirte que más vale calidad que cantidad, pero es un precio que hay que pagar por aprender algo.
Cuando termines la jornada, puedes establecer la agenda para los días siguientes y apagar tu ordenador. Eso sí, aún es posible que recuerdes que se te ha olvidado mandar un último e-mail o anotar algo en tu agenda. Si por casualidad has apagado el portátil habrá que volver a conectarlo porque si no los remordimientos te impiden concentrarte en nada más. Claro que también puedes hacer eso a través de tu teléfono móvil.
Luego, hacer algo de vida familiar, cenar, ver la teleserie de turno y acostarte a una hora razonable. Seguramente habrá sido un día increíblemente rico en productividad y relaciones sociales aunque no hayas visto a nadie en persona.