Paz, estabilidad y tranquilidad, tres de las palabras más deseadas de este mundo.
A veces no nos damos cuenta de su poder efectivo y las dejamos volar cuando las tenemos apretadas en las palmas de nuestras manos. La facilidad con la que una persona elimina las cosas agradables de su vida es francamente pasmosa. Tenemos la mala costumbre de no darnos cuenta de lo que nos rodea habitualmente, mientras que al mismo tiempo nos percatamos de todo ello demasiado tarde.
Desear lo que la persona ajena posee es de gente envidiosa, pero anhelar lo que antes tuviste y ahora no tienes es de frustrados. Mayormente las posibilidades de perder cosas importantes aumentan con el tiempo, conforme van pasando los años las personas se vuelven más reacias a conservar lo realmente importante, la vanidad, el recuerdo y el rencor se va apoderando lentamente de nuestras mentes, empequeñeciendolas y sumergiéndolas en nuestro propio fuero interno.
Cuando los días trascurren más rápido que los segundos en el minutero, los ojos con los que antes mirábamos las cosas van cambiando de color. Muchos pueden achacarlo a la experiencia, otros al odio por lo humano, y otros a las grandes barreras que han superado en la mas helada soledad.
Cada vez más solemos avergonzarnos y rehuir del pasado, tememos contarlo de nuevo para no causar aquella impresión olvidada, tratamos de no recordar las miradas cargadas de odio que nos observaban tras las cortinas de lágrimas hiladas por el miedo. Nos escondemos detrás de nuestras memorias más temibles con tal de que no nos descubran, o mejor dicho, para que los demás no se percaten de que todavía seguimos ahí, de pie.
Yo sé que un ser humano es dueño de su libertad condicionada (por la cultura “x” ideales), él es el que decide por que camino andar en cada instante y que decisión tomar acarreando sus duras o buenas consecuencias en todo momento. Pero, a veces somos tan imbéciles y estamos tan ciegos ante los actos de otros, que no conseguimos fijarnos en lo moralmente bueno y agradable para el alma.
Los sentimientos se vuelven los más pasotas de la clase de la vida y terminan dándonos la espalda, aquellos susurros cálidos acaban convirtiéndose en frases ahogadas, plagadas de preguntas sobre nuestra existencia, la paz se vuelve eterna, irascible, mortal, mientras que la estabilidad que nos habíamos forjado se convierte en una carcel intranquila en la cual estamos condenados a permanecer hasta el fin de nuestros días. Y todo esto lo terminamos costruyendo nosotros, con nuestros ideales y nuestras formas de vida, con las miradas prejuiciosas que le echamos todos los días al mundo, con el perfume marca “odio” que llevamos impregnado en nuestros débiles y consumidos cuerpos.
Nosotros, y sólo nosotros construimos nuestra cárcel, rompemos la estabilidad y nos creamos interiormente una intranquilidad que traspasa cualquier límite personal.
Joder, en realidad este juego no es tan difícil, simplemente tienes que intentar dejarte guiar por el enemigo para finalmente asestar la estocada que lo llegue a derribar. Únicamente debes hacer caso a la razón y a la lógica para poder terminar con bonos adicionales la partida.